En la Vigilia Pascual, la Iglesia Católica celebra una liturgia muy especial, y lo hace con la máxima solemnidad. Todo en esta noche expresa que se trata de la celebración más importante del año, la que lleva a la culminación el camino de la Cuaresma, la que inaugura la Cincuentena festiva de Pascua, la que da sentido a la vida cristiana.
El pasado sábado 23 de abril los oficios de la Vigilia realizados en la Parroquia Nuestra Señora de itatí y en la Capilla Inmaculado Corazón de maría comenzaron fuera del templo con la bendición del fuego. Durante este acto se bendijo el cirio pascual y se grabó en él el signo de la cruz con granos de incienso, también se grabaron las letras griegas Alfa y Omega y las cifras del año en curso, mientras el sacerdote celebrante pronunció las siguientes palabras: "Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén".
Tras el cirio encendido que representa a Cristo, columna de fuego y de luz que guía a los cristianos a través de las tinieblas y les indica el camino a la tierra prometida, el sacerdote y los ministros se dirigieron hacia el templo parroquial, seguidos de los fieles. El sacerdote cantó por tres veces: "Luz de Cristo" mientras se encendían en el cirio recién bendecido todas las velas de la comunidad cristiana. Una vez en el templo, llegados al presbiterio, el cirio se coloca en el centro, junto al altar o junto al ambón, se encendieron todas las luces del templo y se cantó el pregón pascual, antiguo himno alusivo a la noche de Pascua que proclama la gloria de la Resurrección de Cristo, que envolverá toda la liturgia de esta noche.
A continuación el sacerdote entonó el pregón pascual, un himno de alabanza, que en primer lugar, anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas. Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la salvación resumida por el poema. Una tercera parte consiste en una oración por la paz, por la Iglesia en sus jefes y en sus fieles, por los que gobiernan los pueblos, para que todos lleguen a la patria del cielo.
Característica esencial de la Vigilia es también el que ésta nos conduce a un encuentro profundo con la palabra de la Sagrada Escritura. Así, luego continuó la Liturgia de la Palabra, en la que se leyeron siete relatos del Antiguo Testamento alusivos al plan salvífico de Dios, intercalados con salmos y oraciones. Tras estos siguió la Vigilia con la entonación del Gloria que no se había cantado desde que empezó la Cuaresma. Se procedió a la lectura de una carta apostólica del Nuevo Testamento. Tras esta lectura y previo al Evangelio se entonó de manera solemne el Aleluya.
La lectura del evangelio narró el anuncio gozoso de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Luego de la homilía, la celebración siguió adelante con la liturgia bautismal. La misma comenzó con el canto solemne de las Letanías de los santos. Acto seguido se procedió a la bendición del agua, durante la cual más que bendecir el agua se trata de bendecir a Dios por todo lo que en la Historia de la Salvación ha hecho por medio del agua, el cual os recuerda, por una parte, las aguas del Mar Rojo, la profundidad y la muerte, el misterio de la Cruz. Pero se presenta después como agua de manantial, como elemento que da vida en la aridez. Se hace así imagen del Sacramento del Bautismo, que nos hace partícipes de la muerte y resurrección de Jesucristo. Luego los fieles renovaron sus promesas bautismales, por medio de la profesión de fe y las renuncias al pecado, de pie y con las velas encendidas en sus manos, respondieron a las interrogaciones del celebrante. de esta forma se actualiza la gracia del Bautismo para que no se extinga, sino que florezca llevando a los cristianos a la santidad de vida.
Una vez concluido este acto, el sacerdote recorrió el templo realizando la aspersión de agua bendita sobre los fieles, este suceso tiene como fin que los cristianos recuerden de manera palpable el día de su bautismo y reafirmen su compromiso como miembros de la Iglesia.
Siguió la Oración universal o de los fieles, que es el ejercicio, por parte de la comunidad, de su sacerdocio bautismal intercediendo ante Dios por toda la Humanidad.
Luego la celebración siguió su curso normal. Fieles de la comunidad presentaron las ofrenda de pan y vino. El altar y los fieles fueron incensados: una única y misma ofrenda es la que está en el altar y en cada uno de presentes con Cristo.
La celebración de la Eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia y su punto culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna. Es la Eucaristía central de todo el año, más importante que la de Navidad o la del Jueves Santo. Cristo, el Señor Resucitado, nos hace participar de su Cuerpo y de su Sangre, como memorial de su Pascua.
Esta Vigilia nos introduce en un día que no conoce el ocaso. Día de la Pascua de Cristo, que inaugura para la humanidad una renovada primavera de esperanza. El Sábado es el séptimo día de la semana. Después de seis días, en los que el hombre participa en cierto modo del trabajo de la creación de Dios, el Sábado es el día del descanso. Pero en la Iglesia naciente sucedió algo inaudito: El Sábado, el séptimo día, es sustituido ahora por el primer día. Como día de la asamblea litúrgica, es el día del encuentro con Dios mediante Jesucristo, el cual en el primer día, el Domingo, se encontró con los suyos como Resucitado, después de que hallaran vacío el sepulcro. La estructura de la semana se ha invertido. Ya no se dirige hacia el séptimo día, para participar en él del reposo de Dios. Inicia con el primer día como día del encuentro con el Resucitado.
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