domingo, 20 de noviembre de 2011

El jueves 17, la Capilla Santos Mártires celebró su fiesta patronal


Ese día la celebración de la Santa Misa comenzó en el patio de la Capilla, con los ritos propios del bautismo, ya que una niña recibió ese sacremento.

En su homilía el presbítero, Padre César Luís Lezcano quien presidió la celebración eucaristíca, destacó el valor de los Santos Mártires que entregaron su vida por Cristo, no sólo derramando su sangre a través del martirio, sino también con el esfuerzo de cada día por servir a Dios y a los hermanos. De la misma manera, cada uno de nosotros está llamado a servir a Cristo en su vida cotidiana, cumpliendo las propias obligaciones con alegría y sirviendo al prójimo de manera desinteresada.

Luego de la homilía, la celebración continuó con el bautismo. Este es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.

La unción se hace con un óleo especial llamado crisma, el cual es bendecido por el obispo el jueves santo. El significado de esta unción es que el nuevo cristiano comparte con Cristo una triple misión como profeta, rey y sacerdote, los cuales eran ungidos antiguamente.

La materia propia del sacramento del bautismo es el agua verdadera y natural. Simboliza la regeneración a la vida espiritual porque es el principio de la vida natural. Indica purificación y vida nueva.

Fieles de la comunidad presentaron las ofrendas ante el altar del Señor, ofrendas que luego se convertirían en el cuerpo y la Sangre de Jesucristo.

Numerosos fieles de la comunidad participaron en esta celebración que concluyó alrededor de las 19.30.

Un poco de historia

San Roque González de Santa Cruz nació en Asunción del Paraguay.
Fundó 10 reducciones o pueblos en las famosas reducciones guaraníticas del Paraguay. Uno de esos pueblos fue la actual Yapeyú, cuna del Libertador General San Martín. Los tres sacerdotes – pertenecientes a la Compañía de Jesús– fueron muertos por los secuaces de un indio hechicero.

Roque González, de 52 años, y su compañero Alfonso Rodríguez, murieron en la reducción de Todos los Santos del Caaró, el 15 de noviembre de 1658, y Juan del Castillo, dos días después en el pueblo de Asunción de Ijuhí. Los tres mártires fueron canonizados en 1988 por Juan Pablo II durante su visita apostólica al Paraguay.















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